El Acompañante Terapéutico es un agente de salud mental que trabaja integrado a un equipo de profesionales: neurólogo, psicólogo, psiquiatra y otros que se incorporan para cada caso en particular.
El acompañamiento consiste en estar con el acompañado en su día a día, en sus diversas actividades, ayudándolo a desenvolverse y a detectar las dificultades que vayan surgiendo en cada momento.
El AT sigue las disposiciones y consignas del equipo terapéutico, colabora en la continuidad de los tratamientos, ubicándose en un lugar diferente, apuntando a sostener empáticamente al acompañado y a su entorno familiar. Contiene ansiedades y estimula potencialidades para que el acompañado pueda desarrollar un proyecto de vida sano y sustentable.
Para que su tarea sea efectiva, debe ser capaz de crear vínculos y relaciones con el paciente, la familia, el equipo terapéutico y colegas, basadas en la confianza, el respeto mutuo y el trabajo colaborativo.
Debe ganarse la confianza del paciente y crear un espacio de diálogo y contención, que le permita al paciente saber que estará allí cuando lo necesite y en la medida que necesite. Escucharlo con atención plena, le va a permitir al paciente sentirse comprendido y verdaderamente acompañado.
Involucrarse afectivamente es inevitable, además es natural, sano y útil.
Hay competencias que el AT puede aprender, y debe capacitarse constantemente. Y hay otras aptitudes necesarias: entrega, dedicación, comportamiento ejemplar, empatía y equilibrio. Y sólo se aprenden ejerciéndolas.
La relación que establece el AT con el paciente y su entorno, siempre involucra emociones de todo tipo y afecto, como en cualquier interrelación humana. Es importante saber que van a aparecer y permitirse sentirlas. El AT va a mantener su lugar profesional, ¡no la distancia! y los resultados serán superadores.
“La medicación cura, el amor sana.”
Sí, nosotros nos involucramos afectivamente, porque comprobamos que hace bien, y nos hace bien.